Violet O'Connor tiene todo bajo control. Su vida académica va viento en popa, es una de las delanteras del equipo de rugby de la universidad y su vida social no podría ser más prometedora... si no fuera porque los chicos no tienen ningún efecto en ella.

Ha intentado aceptar invitaciones, ha tratado de que los amigos que sus amigas le presentan le interesen, pero nada funciona. No hay chispas, ni mariposas en el estómago, ni nada que realmente le haga sentir algo especial.

Lily Doyle vive en un caos total. No consigue seguir el ritmo de sus estudios, no puede concentrarse más de cinco minutos en nada y su vida social se limita a los eventos en los que participa su banda y a una sucesión de citas fugaces.

Lily es un espíritu libre, no le gustan las ataduras, no le gusta sentirse presionada por una etiqueta, pero sobre todo, a Lily, no le gustan las chicas indecisas.

Lily nunca ha sido indecisa, siempre ha sabido de su atracción por las chicas y definitivamente no quiere ser el experimento de una joven promesa del rugby que no tiene el valor de exponerse.

Aunque Violet sea tan absurdamente guapa que duele y tan inesperadamente divertida como para hacerla reír toda la noche. Aunque su corazón lata un poco más rápido cada vez que Violet le coge la mano, la besa o le dice que no puede dejar de pensar en ella…